Publicado en Semanario Entrega 2000 de Mercedes, Uruguay.
ALLENDE GALICIA
Estimado Pepe:
Estuve con la gallega hace unos días.
Ella tiene acento típicamente montevideano. Porque desde muy niña creció en la porteña ciudad uruguaya. En la escuela le decían “Gallega”, claro es. Su padre había emigrado primero, sobre 1950, cuando Uruguay le gritaba al mundo su gloria futbolera. Él desembarcaba en Brasil y se metía al paisito por Rivera.
El padre de la “Gallega” llegó a Montevideo mientras todos celebraban. Consiguió trabajo y más pronto de lo pensado se encontró un día con que le pidieron papeles y esas cosas, que no tenía. Lo enviaron a Rivera y lo dejaron con los pies en Santa Ana do Livramento, para que fuera problema de Brasil. Pero el gallego era tozudo, volvió a Montevideo, recuperó trabajo y otra vez le volvieron a pedir papeles, otra vez lo enviaron en tren a Rivera y otra vez fue problema de Brasil.
Pero el gallego era más tozudo todavía. Su sueño americano no lo impediría nadie, ni la ley. Volvió a Montevideo y recuperó trabajo, mandó buscar a su mujer y dos hijos y se quedó para siempre, amando a Uruguay, por sobre la ley. Volvió a Galicia alguna vez, pero el paisito del sur era ya tierra y fuerte raíz adoptada.
Su hija, la gallega, ya mayor, se fue a España un día a buscar trabajo. Cuando la escuchaban hablar le pedían papeles, por su claro acento montevideano. Entonces ella enseñaba su pasaporte español, nacida en Galicia.
Un mal día, el gallego, viejito, murió. Parte de sus cenizas en Uruguay y otras de sus cenizas esperando ahora encontrarse con el viento del norte, en Galicia, muy pronto. Con sus raíces natales. Donde a la vieja aldea volverás algún día.
Se pueden multiplicar los afectos.