Alguna vez hemos leído libros. A pesar de los tiempos modernos, tener un libro y leerlo o releerlo es y creo que seguirá siendo disfrutable.
Hace 22 años Hernán me prestó un libro que releo de vez en cuando. Hace unos diez años Darío me prestó otro que también releo de vez en cuando. A esta altura será difícil que se los devuelva. Una expropiación, prácticamente. Hace 4 años Justo Pastor decidió, acertadamente, regalarme un libro discepoliano. Ya sabía el viejo maestro del tema éste. También cruzó el océano y lo sigo releyendo de vez en cuando.
Uno también ha prestado libros sin retorno. Como todo el mundo. O ha regalado libros, identificándose con el mensaje para estar más cerca de la otra persona. Y seguramente, como todo el mundo, el tiempo te hace olvidar incluso de los libros prestados. Quizás Hernán y Darío ya ni se acuerden.
Camilo, hijo mío, me comentó sobre “El libro perdido”, pues encontró uno que luego leyó. Próximo al Día del Libro (en los abriles) el municipio calvianer sugiere que “pierdas” tus libros en lugares públicos, creándose un círculo de lectores mágico y casi desconocido.
Puedes volver a perderlo luego de la lectura. Una manera de “perder” tu mensaje a través del libro preferido. No está mal entonces desprenderse así de algunos libros, aunque sea de vez en cuando. Incluso hasta podrías “perder” este.
Pero volviendo, por lo pronto no me he encontrado ninguno, a pesar que miro bastante.
Habrá que seguir pidiendo prestado.
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