Estimado Pepe:
Mucha afinidad con la selección nacional de Uruguay por parte de la afición española. Ha caído bien este grupo y el mensaje que transmite el equipo es el de la manera de ser de la gente oriental, por lo tanto la identificación se hace sentir más allá de los nativos. Aquello de no ser los favoritos, no ser los grandes, no tener las estrellas, no vender más ni ser los más comerciales porque apenas somos más de tres millones nos ubica como débiles y por lógica con el apoyo de los neutrales.
Esta historia de los tres millones se hace valer ahora, abundan razonamientos científicos o matemáticos y el palmarés deportivo uruguayo, si fuese en consideración a su población, sería difícil de igualar. Sumado a que el oriental mantiene (en general) en el exterior sus rasgos de perfil bajo, prudencia y buena cultura general, llegamos a la conclusión de que simplemente falta ser como somos para sentirnos apreciados.
En Mallorca se vivió por parte de la diáspora oriental la victoria como expresión de orgullo por la tierra. Los tamboriles sonaron por El Arenal y seguramente en algún otro lado y por aquí, en Santa Ponsa, un restaurante de pertenencia oriental abrió cavas y convidó con chorizos a los celestes que celebraban la victoria. Otro bar-cafetería de Santa Ponsa, con tres televisores y una amplia terraza con mesas, recibe a los hinchas uruguayos los días de partido. Vienen incluso de otros sitios de la isla para estar rodeados de camisetas y banderas. Caja para el comercio, punto de reunión y otra expresión de orgullo celeste.
El fútbol nos hace conocidos, como siempre, desde la misma historia de este juego. Nos olvidamos del dinero circulante en el ambiente profesional y sólo nos quedamos con lo mejor nuestro, que es expresar desde el sentimiento más emocional, el recuerdo a la tierra que nos dio una personalidad clara y definida, educación y que jamás se despegó de los zapatos de nadie, por más recóndito lugar en el mundo. Esta mezcla de humildad y paciencia santa que ofrecemos los orientales esconde como siempre la rebeldía que aparece, acostumbrada a la lucha por vivir entre dos gigantes. Es el mar sereno bajo un cielo de tormentas. La Copa América 15 ha llegado, la vanguardia, los más laureados, los campeones. Las hazañas, porque sólo los pocos, los débiles, los pequeños, son los que consiguen hazañas.
Un arco en la frontera norte artíguense, otro en el puerto montevideano, un Uruguay verde y natural donde las madres dan a luz unas veces niñas y otras futbolistas, donde tres hojas de cuaderno fueron una pelota en la escuela, con el espejo de la historia para mirarse y un cielo que brilla sobre nosotros, cual si fuera camiseta celeste. Nada es por casualidad. El viento calmo atraviesa las llanuras, las aguas mansas del río, la actitud taciturna a veces de la gente y en un rincón del alma un libro de historia recuerda que eres rebelde. A tierras baleares llegó la sensación de la victoria, el festejo de una vuelta olímpica más, pero creo que, por sobre todo, llegó la oportunidad, vía selección de fútbol, de poder exteriorizar el amor por un paisito y a una manera de ser.
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