Mi
mayor amiga la idealización me trae el recuerdo de hermosas etapas
vividas.
Mi
mayor enemiga la idealización me sugiere el retorno.
Las
etapas vividas se revalorizan y la nostalgia invade libremente todo
nuestro ser.
Aquí
he vivido, en una naturalmente hermosa isla de sierra, llano y el
mar. Un mar insinuante, sugerente, atrapante. El mar está en cada
imagen de un momento feliz. Esconde en su belleza la tumba de miles
que se atreven a cruzarlo a bordo de transparentes lágrimas de
color. La marea sube a base de llanto.
Uno
a veces se cansa de eso que llaman integración. Uno, tercermundista
por definición original, sudaca sin recelos, que tiene que andar
explicando sus cosas, siempre sale adelante en el desafío de cada
mañana mediterránea. Y así lo hace porque es el único camino,
porque está solo y porque la derrota se siente en la espalda.
Es
más difícil retornar que emigrar. Todo cambió en realidad, lo
nuestro es idealización.
Uno
sonríe en cada imagen pública mediterránea y uno atrae
silenciosamente la nostalgia hecha una canción que habla del sur.
Uno
sabe que hizo las cosas bien. Uno pudo desarrollarse en familia,
digna, seguramente. Feliz junto al mar.
Uno
tiene grabadas en su mente las lágrimas de un abuelo cuando vio
marchar a sus nietos felices. Uno ha hecho las cosas mal.
Nuestro
futuro está hecho de recuerdos. Amigos y familia nueva acompañan.
Uno a veces está solo igual.
Mi
mayor enemiga la idealización me trae el recuerdo de hermosas etapas
vividas.
Mi
mayor amiga la idealización me sugiere el retorno.
A
partir que emigras extrañarás siempre. Y si retornas también
extrañarás.
De
extrañar estamos hechos los orientales del Uruguay. De recordar. De
volver a pasar por el corazón.
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