LA CANCIÓN DEL PARIA

"... y siempre voy vagando... y si algún día siente, mi espíritu, apagarse la fe que lo alumbró, sabré morir de angustia, más, sin doblar la frente, sabré matar mi alma... pero arrastrarla no" (O. Fernández Ríos)

lunes, 16 de noviembre de 2009

"CARTAS" - "Color Independiente" (relato 13)

La Quinta División del 2002 del Club A. Independiente de Mercedes

A la una de la tarde la cuarta división del 76 y 77 se preparaba en los vestuarios. Preliminar del preliminar de la primera división futbolera. Familiares, algún hincha que otro, delegados, técnicos, jueces y poco más, eran los testigos de esos duelos adolescentes, seguramente como los de ahora.
Un hombre renqueante, de bigotes, cuidaba las pelotas, repartía camisetas, colaboraba disfrutando y quizás sufriendo en algún que otro partido, yendo a molestar a los vecinos en busca de los balones perdidos, producto de alguno de pata dura o porque alguien quiso hacer tiempo nomás.
Las instrucciones técnicas partían de Don Cándido, tan viejo éste como los diablos mismos y tan pasional como el que más. Junto a otros amigos había decidido en la década del 30 comenzar la aventura de una camiseta independiente. 42 años más tarde de gestar aquel nacimiento todavía cuidaba de sus botijas del semillero, se presentaba en la sede al mediodía y con la bolsa de los zapatos o camisetas, decidido, pedía tiraje o salía caminando nomás para la cancha, tan enamorado de su roja querencia como el primer día.
Por haberlo vivido, solía contar los momentos más orgullosos de "su" club. Por haberlo vivido, solía contar la aparición de jóvenes defensores que luego siguieron por otros caminos futboleros para dar prestigio a su segundo hogar. También el último adiós tuvo como testigo a ese, su segundo hogar que lo recibió una vez más en el día más triste y final, en el calor que noche a noche siempre buscó.
Ángel y al año siguiente Noel protegían el arco de la cuarta división. Tito y Milton eran los recios zagueros que, cuando se iba perdiendo, se aventuraban arriba, dejando solo atrás a Ángel, un bombón de jugador que luego brillara en la primera. Miguel aportaba su marca y su polifuncionalidad a veces. En algunos casos Tejera, de rostro serio y recio defensa, solía también ver la roja. Canaleto se saltaba el alambrado y venía desde el Hogar para lucir la camiseta cinco, petisón, luchador. Mario a su derecha iba y venía con elegancia de número ocho y por la zurda, con andar y pasta de crack, el Sapito nos hacía jugar a todos. Lalo, Padilla, Larrama, Malacre, entreveraban, como así también la voz maravillosa de Ricardo. De nueve el Chiqui, querendón, potente, amigo del gol.
En el municipal Estadio, La Cuarta del Sapo jugaba el último partido del año. Llegaba primera y empatada en puntos con otro equipo. Pero perdió. Nos expulsaron uno o dos. Tito y Milton se fueron arriba, el Bombón bancó todo atrás, todos lucharon, pero no pudo ser. Don Cándido se desesperaba gritando y el hombre renqueante, de bigotes, nos alentó en la derrota.
Paciente y discreto, este hombre pasó años disfrutando de su diabla pasión. En los difíciles menesteres de prácticas en invernales noches o fines de semana de sufrir o gozar. O en la sede, hablando orgullosamente de su familia y con los años de su nieto, a quien cuidaba inculcándole su mismo amor.
La quinta división del 2002 jugaba un amistoso previo al campeonato. Encontré a Chiqui esperando por el partido y nuestros propios hijos vestidos en color independiente. En la cancha, cuidando de las pelotas, alentando y con su nieto corriendo a su lado, un hombre renqueante, de bigotes. Lo encontré poco tiempo atrás, sentado en unas escaleras, esperando quien sabe que. La mala urgencia del momento sólo me permitió a Morel un saludo, cariñoso y breve. Le dicen El Chaqueño.


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