Ángel, español mallorquín, entraba al bar al mismo tiempo en que salía su padre. Se miraron, se sorprendieron. Se detuvieron unos segundos breves y al reanudar la marcha Ángel dijo un tímido y apagado "hola". Hacía más de 20 años que no veía a su padre, pero lo reconoció enseguida. Ni siquiera era necesaria la vieja foto que un día le dieron.
Ángel siguió caminando y a la vez quería detenerse. Esperó un llamado, esperó una mano en el hombro. Deseó girar sobre sus pasos para volver a mirar de frente y a los ojos a su padre. Pero siguió.
Ubicado en la barra del bar, Ángel miró de reojo la silueta del hombre que por unos segundos había quedado parado en la puerta. Tal vez ese hombre esperaba un llamado. Tal vez esperaba una mano en el hombro. Pero no se dio.
Ángel, único hijo, criado en un internado. Su madre falleció a pocas semanas de dar a luz. Su padre, enceguecido por celos, convencido que el niño era producto de una infidelidad, lo entregó a un orfanato. Luego no volvió a preguntar por él. No volvió.
El niño creció, se formó en una profesión y comenzó a ganarse la vida como un común más entre todos los mortales. Se casó, tuvo una hija.
El padre se fue del bar con su propia imagen algo más de 20 años menos. Era seguro que él tampoco necesitaba preguntar. El mismo cuerpo delgado, los mismos ojos, los mismos rulos, el mismo andar.
Han pasado ahora otros 20 años más y Ángel me lo cuenta como su gran drama interior. Aquella tarde no fue a trabajar. Bebió más de la cuenta sentado en la barra del bar. Esperaba mirando de reojo a la calle. Pero no apareció quien quería.
Al día siguiente cumplió con su trabajo y se fue del pueblo peninsular al cual no ha vuelto aún. Le queda aquello de lo que hubiese podido ser. De darle un abuelo a su hija. Un padre a su vida.
Me ha dicho Ángel que no se han vuelto a ver. Que nunca intentó buscarle. Pero que se ilusiona esperando un llamado, una carta, algo. Cuando le pregunté por la vieja foto de su padre me dijo que seguía como siempre, casi escondida en un cajón de su dormitorio.
¿Se lo dirás a tu hija? "Sigamos trabajando", me respondió.
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