Con los uruguayos que he estado después de las elecciones hemos hablado poco sobre el voto epistolar que finalmente fuera denegado.
Expresé, previo a las elecciones, que me resultaba indiferente el tema. Alguno con los que he estado manifestó con un gesto su desaprobación, justificando el hecho de que se mezcló mucho votándose todo al mismo tiempo.
Pero encuentro que Uruguay, república joven, con población mayoritariamente producto de la inmigración, como que continúa gestando todavía el debate acerca del uruguayo en el exterior.
El 12% de la población oriental vive fuera de sus fronteras y es un porcentaje altísimo, incluso a nivel comparativo con otros países también emigrantes en estos tiempos.
Los españoles e italianos, por ejemplo, hacen válido el voto por correo a sus nacionales que viven en el exterior. No se trata de generar en este punto un nivel comparativo para dilucidar si al caso un sistema es mejor que el otro. Pero sí valoremos que españoles e italianos históricamente son países de gente emigrante y por lo tanto bien se puede decir que tienen más experiencia en el tema. Por todo el mundo han andado los españoles intentando sostener y poblar su otrora vasto imperio y más recientemente enviando a diversas partes del mundo exiliados tanto políticos como económicos. Y casualmente hablando, de apellidos españoles e italianos está poblado el Uruguay.
Intentando aprender del tema nos encontramos con que el análisis de la emigración uruguaya nace a partir de la década de 1960. El exilio político, mezclado con la necesidad económica aparece en la década de 1970 y a partir de 1990 se acentuará la emigración económica. Podría decirse que como nación somos aprendices en cuestiones de emigración. Nunca nos habíamos ido del país en masa.
Los estudios apuntan a que los emigrantes representaban lo que debería haber sido durante años el crecimiento natural de la población.
En 2003, la Soc. Mariana González, docente de la Universidad de la República, que se desempeñaba como secretaria técnica del Programa de Vinculación con los uruguayos altamente calificados residentes en el exterior decía en Cabildo del Centro Unesco de Montevideo que "... hay que cambiar los servicios consulares. Hay cosas que uno mira y parece que siguiera pensando en un país de inmigrantes y no la realidad que hoy tenemos de emigrantes. Fortalecer el servicio consular, pensar en otras formas de los vínculos con los uruguayos que están en el exterior, pensar en institucionalizar algunas iniciativas, en términos de comercio exterior, de una política de desarrollo científico y tecnológico, etc., con esta parte del país que está fuera de fronteras... uno ve Perú, Chile, Ecuador, tienen armados en cada uno de los Ministerios de asuntos exteriores direcciones especiales que están dirigidas a las comunidades que están en el exterior. Uruguay tiene un 12% del país afuera y no hay todavía mecanismos, recién ahora se están empezando a plantear y que son imprescindibles. Creo que tenemos un atraso relativo y una deuda muy grande todavía a saldar en este sentido...".
Han pasado seis años de estas declaraciones y la sensación es que, por lo menos para Baleares, todo sigue igual. Los uruguayos rogamos que el Consulado Honorario de Palma vuelva a abrir pronto. Es seguro que muchos orientales podrían colaborar con el paisito desde la distancia. El nexo con el país no debería pasar sólo por un Consulado, ni siquiera pretendo que entre en la discusión el posible derecho al voto (al menos consular). Pero sí podría integrarse al uruguayo del exterior en algún sistema por el cual el país pueda beneficiarse de aquel oriental que desea hacer cosas por su tierra de origen y a la distancia no sabe cómo.
Uruguay no cobra derechos de formación a los profesionales que están fuera de fronteras. Con orgullo manifiesto hablamos de la educación gratuita, pero más adelante los beneficiados serán otros y ni siquiera los impuestos generados por esas personas van a las arcas uruguayas. Los deportistas negocian su salida para trabajar en el exterior y sus clubes claman por derechos de formación. Un médico simplemente se va, como también se va un mecánico o un profesor.
Tal vez un programa de vinculación con el uruguayo emigrado sea más efectivo que el voto epistolar e incluso tanto o más que los envíos familiares de dinero y nos daría más base para que a partir de allí discutiéramos mejor la posibilidad del voto del que está fuera de fronteras.
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