EL PUEBLO DE PASSANNANTE
Publicada en Diario "Crónicas" de Mercedes, Soriano, Uruguay, el 11.11.25
Savoia di Lucania fue el pueblo elegido aquella mañana para visitar, colgado en la montaña, también en la Basilicata. Un trayecto corto nos llevó a una parte alta. Similar a otros en el estilo de sus calles, casas, edificios antiguos, una plaza y algunos feriantes, un sol generador de un calor abrasador. Antes el pueblo se llamaba Salvia. En estos días hay vecinos que quieren recuperar este original, cambiado en el siglo XIX por consecuencia de un atentado al rey.
En una de sus plazas céntricas pero pequeñas el recuerdo, como en casi todos los pueblos, de los mártires locales de las guerras. Parroquianos sin prisa, un juego cual lotería, por las dudas, pero sin suerte.
De pronto un mural enorme en la pared, una escena de alguien atacando un carruaje real y era Passannante, el anarquista. Lo supe después. Calles estrechas, ventanas o puertas con flores, subidas en piedra y un Museo.
El fascio y la anarquía estaba juntas en el Museo de Savoia. Había alguna sala dedicada a otra cosa, como la evolución de la fotografía o un cine incipiente pero lo sorprendente era Mussolini y Passannante, sí, el del mural, el mismo que también estaba en la camiseta del funcionario que atendía.
Periódicos de época, fotos, carteles con la cara de Benito, monedas o medallas, unas tres salas recordaban la época del fascio con algún periódico que también anunciaba su caída.
Otras salas con Passannante, el cocinero que intentó matar al rey y no lo consiguió y el tiempo lo transformó en un hombre a recordar por los habitantes de su pueblo natal.
Una de las salas nos ofrecía un video tan grande como las paredes, historiando a Giovanni. Passannante había colgado unos carteles de Mazzini y Garibaldi cuando fue detenido la primera vez. Al salir comenzó a trabajar de cocinero hasta que se le ocurrió atacar a Humberto I, el entonces rey, en Nápoles. Detenido, encarcelado de por vida, terminó loco y a su muerte fue decapitado con el motivo de estudiar su cerebro.
Uno se pregunta si los vecinos lograrán volver a darle al pueblo el nombre primero de Salvia. ¿Cómo quisieran intentarlo? Por lo pronto el Museo se llama “Salviano” y en la actual temporada de fútbol un equipo local tiene en su camiseta la imagen de Passannante. Hay cosas que sólo se ven en Italia, pensaba yo, alejándome del museo mientras una enorme figura de Passannante, pintada en una pared, se aparece en una calle más comercial.
Mussolini y Passannante, tan distantes en pensamiento, compartiendo museo en un pueblo que tiene como héroe al anarquista. ¿Qué autoridad municipal ideó crear un museo semejante? Me dijeron que un coleccionista de apellido Vernotico donó su colección del fascio y de allí al museo.
La cabeza se me quedó pensativa siempre en el largo recorrido que hice del museo que me llevaba a una manifestación del fascio como al recuerdo de Giovanni. Nunca me había encontrado en un museo con dos temas específicos tan antagónicos compartiendo salas. Pensé que necesitaba sentarme para calmar la cabeza y así también combatir el calor del sol y del cerebro con algún refresco. Caminaba por Savoia y pregunté a un señor por un sitio. Me mandó a la Plaza “Plebiscito”, al “Bar Passannante”.
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