De las leyes, reglamentos, de la ética y la conducta social.
De la dictadura y de los partidos políticos.
Preso de la democracia y del sistema.
Del dinero, del trabajo que da el dinero y de las horas dedicadas al trabajo.
Preso del estudio y de todo lo correcto.
Preso de la escritura. Preso en el tiempo porque inevitablemente lleva.
Del cuerpo que se enferma a veces, de los médicos y de los que con la palabra sugestionan a creerles.
De los que enseñan a ser libre, de decisiones de los mayores, de jefes y gobernantes.
Preso de una nacionalidad, de una identidad, de una tierra adoptada, de otra identidad, de otra nacionalidad.
Siempre hay que ser algo, hay que ser de alguien, hay que definirse por algo, hay que tomar partido, hay que jugarse, embanderarse, colorizarse. Preso de todas las decisiones.
Preso de una moda, de una lengua y de los colores que no bastan.
Por no saber volar. Por debilidad y vulnerabilidad.
Preso del agua y de la tierra. Del hambre que llama a la puerta todos los días y de la sed.
Hasta del aburrimiento, de la lluvia y el sol, del viento y la tormenta.
Preso de la luz y de las lágrimas.
De la memoria.
Desde el nacimiento y en la muerte.
Presos en la madera o en la tierra o en una vasija y aún en el recuerdo.
Preso del olvido.
Hemos nacido para ser libres... terminaba diciendo mi amigo aquel, borracho de vino y vida.
Relato del libro "Gente Noble", Editorial Entrega 2000 (2012).
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