Un
flaco de pelo claro, tirando a rubio, buena voz, inteligente para una
radio.
Andaba
por los 30 largos de edad cuando lo conocí y unos cuantos moviendo
perillas, micrófonos y cables.
Fácil
entrar en amistad por lo sencillo de poseer sentido común,
bonhomía, la humildad de los grandes valores.
Es
claro lo que nos une.
La
radio
La
magia de la radio.
La
magia del micrófono.
La
magia de la palabra.
El
flaco además tenía muy buena dicción. Bueno, la sigue teniendo.
Eso que muchos deben trabajar y parecía que lo tenía por cuestiones
de nacimiento, naturalmente. O por pasión.
Hay
algo que no olvidaré más del flaco.
Sabe
uno lo que transmite una mirada. Pronto las acciones confirman las
intuiciones. Nadie es quién para juzgar, por supuesto, pero el flaco
es de los que parecen buena persona hasta viéndolo de lejos.
Estaba
antes que yo en la radio. En realidad el flaco estaba en la radio
antes que la radio. Movió tierra para levantar la torre, levantó la
torre, anduvo pariendo una nueva ilusión y yo, después, con todo
pronto, llegué para saborearla y disfrutar.
Hay
algo que no olvidaré más del flaco.
En
radio, después que te enseñan a manejar los controles no querés
soltarlos más y pasás a conducir programas desde allí porque
manejás mejor los tiempos, el preciso momento cuando una canción
debe entrar y sobre todo cual canción, por ejemplo.
Pero
había alguien en quien confiar para ceder los controles. Complicidad
total y confianza. Hacer la radio que te gusta con otra persona
significa cosa muy especial. El que controla debe meterse en tu
cabeza, saber lo que piensa el que conduce, saber los momentos, debe
interpretar. Debe dejar de ser él para pasar a ser otro. Empatía
total, solidaridad. Difícil encontrar alguien mejor que el flaco.
Trabajar de memoria.
Estadio Centenario de Montevideo. Uruguay-Perú, eliminatorias al Mundial 2002-Marcos Gutiérrez, José Edgardo Domínguez, Federico Marotta, Juan Antonio Legorburo |
Rubión
y risueño, tomaba bastante mate desde tempranito en la mañana.
Cualquier yerba, las más sabrosas y las menos y ¿sabés qué? Para
el flaco todas eran lo mismo. Apreciaba el valor de las cosas y no
por su valor. Disfrutar lo que se tiene o lo que se puede. Y
compartirlo.
Hay
algo que no olvidaré más del flaco.
Ahora,
en estos tiempos, sigue microfoneando. Da igual si le pones adelante
un partido de básquet, un programa de entrevistas, uno de fútbol o
de música. Se lo ve con la misma pasión, la misma sabiduría que da
el sentido común y la humildad.
Padre
y abuelo. Sé que vivió momentos difíciles y sé que se ganó la
vida laburando sin preguntar, como sea, donde sea. Y si no había un
cable de radio en el medio igual. A uno no le regalan cosas que nos
mantienen con vida. Hay que salir a ganárselas y buscarlas como ha
hecho el flaco.
Estadio Artigas de Paysandú- Liga del Centro de Soriano campeona del Litoral de fútbol. Juan Antonio Legorburo, Juan Francisco Correa, Federico Marotta, José Edgardo Domínguez Rey |
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que hay que ir a transmitir allá como a trescientos kilómetros y
está. Que hay que transmitir en medio de una hinchada rival y en
cancha rival y está. Que hay que transmitir un almuerzo de
campeonato y está. Que hay que ir a la plaza o a la calle o al
estadio y está. Y no pregunta por qué. Va. Le gusta. Le apasiona.
Lo disfruta. Lo vive. Y esa es la vida noble.
Hay
algo que no olvidaré más del flaco.
Y
es que no lo vi perder la sonrisa jamás. No le vi dejar de dar un
abrazo nunca.
No
perdió el saber estar jamás. No le vi la envidia nunca.
Y
mirá que ha pasado malos momentos. Y yo andaba por ahí. Tal vez el
flaco necesitaba más de mi o de nosotros. No nos dimos cuenta aún
sabiéndolo. No se quejaba, no compartía el dolor. Yo no sé si eso
es bueno o malo. Tampoco sé si eso era lo que realmente quería.
Pero
no perdió la sonrisa jamás. Nada para reprocharle al flaco, nunca.
Sólo
agradecerle que se haya cruzado en nuestras vidas para alimentarla de
la sabiduría más grande que es la más simple, de la grandeza
sencilla. Cual hermosa persona, de las que necesita nuestra ciudad,
nuestra humanidad.
El
flaco es una puerta abierta, enriquece, alimenta la esperanza. Lo
mejor que quieras encontrar en un hogar.
Yo
no sé para qué escribo tanto si puedo resumir al flaco en una
palabra.
Afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace
y se fortalece con el trato.
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