"A mis nobles queridos, los de sangre negra. Roma 2012.
Ella es la mejor poesía sin poder expresar palabra. El mejor cuadro apenas viendo un sólo color. La mejor canción sin distinguir un sol.
Fontana di Trevi - Roma, Italia |
Caminaba las calles de la ciudad pensando en la acción de mis amigos desconocidos, heroicos y nobles, honorarios. Ella, en tanto, era el pasaporte a la felicidad. Y seguía cruzando esas calles de adoquín, con figuras de escultura que me miraban desde su perfección, como esos, sus labios, garantía de placer. Pregunté por la fuente y di más vueltas de lo necesario, pero con suerte. Unas calles estrechas, bellas y antiguas, acelerando el corazón, dédalo de ansiedad. ¿Estaría realmente por aquí? Más bien parecía una película con historia de amor donde ella, caminante sinuosa, era la certeza de la gloria. La vi envuelta en vestido blanco, elegante y desafiante, con mezcla de mirada noble, dejándome llevar por su pelo castaño y su piel cálida y expresiva, que era un salvoconducto al paraíso.
Ella es la mejor poesía sin poder expresar palabra. El mejor cuadro apenas viendo un solo color. La mejor canción sin distinguir un sol. Había que detenerse y grabar en la memoria, porque apareció de repente, sin avisar, a la salida de una esquina, al término de una callecita, envuelta en majestuosa magia. La contemplaban todos los ojos enamorados.
Fue toda mía en la multitud. Me importaba su historia y su porqué, me importaba todo de ella. Quería saber de su presencia, su cuerpo, que era el camino seguro al éxtasis. La protegían otros edificios, le cantaba el sonido del agua y las luces del atardecer daban paso a las luces del hombre, amarillentas y plenas en la entrega de vida, más vida, alumbrando al Neptuno y el arte, el agua, las monedas, la fuente, la vida dulce eterna.
No quería dejarla sola y estaba acompañada siempre. Era egoístamente mía, quería llevarla conmigo. Porque me dio fuerzas y me senté a pensar allá en un costado, en su costado, viendo a la multitud de frente, buscando entre todas las voces la calidez de su palabra, el vestido blanco, el pelo lacio, su actitud soñadora, melancólica a veces. Sé que estaba por allí, con seguridad tomándose una foto para aumentar su hermosura.
A mí me protegían mil monedas que brillaban cada una con luz propia desde el fondo de la fuente. Mil historias de acueductos y romances de romanos medievales, de ahora. La multitud bajaba escalones, caminaba de un lado a otro, subía, posaba, reía intensamente olvidando su pertenencia al mundo, en la mejor noche romántica.
Me había olvidado de los amigos soñadores y nobles que guían mi vida.
Tuve que marcharme de la fontana, más no quería. Había caminado hasta llegar a la hermosura y ¿porqué dejarla? Estaba feliz escuchando, mirando, tirando monedas por sobre el hombro izquierdo queriendo creer que aparecería ella de la propia fuente, en mi dulce vida, en mis ojos cerrados, en su dulzura, en su vestido de seda y blanco, en mi película de cualquier estación y te quiero sin saber siquiera si llueve o hace frío o si ya salió el sol de la medianoche. Entonces decidí traerla conmigo siempre, la ubiqué con ternura en un rinconcito visible de mi corazón y logré convencerla para que allí también se quedase, no sólo en Trevi, también en mi eternidad.
Sólo de esa manera decidí continuar mis pasos y volviéndome muchas veces para mirar. Una vuelta de esquina rápida de una callecita típica la hizo desaparecer de mi vista. Pero iba conmigo. Por eso sonreí. Era la certeza de un buen momento, un manantial regando mi corazón, a puro maravilloso arte.
Fui a dormir pensando en mis heroicos amigos que todavía no conozco, pero sé que me protegen y que son guía, alimento y espíritu. Mis nobles queridos. Nobles, con sangre roja. Nobles, con sangre negra. Desprendidos, amantes."
(Parte del relato "Gente Noble" del libro "Gente Noble" 2012 de Federico Marotta. Basado en una visita a Roma, Italia)
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