LA CANCIÓN DEL PARIA

"... y siempre voy vagando... y si algún día siente, mi espíritu, apagarse la fe que lo alumbró, sabré morir de angustia, más, sin doblar la frente, sabré matar mi alma... pero arrastrarla no" (O. Fernández Ríos)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

"CARTAS" - "Víctor" (relato 14)

Lo recuerdo por última vez sentado solo en un banco de la plaza. "Hola majo, ¿cómo estás?", saludaba como siempre.
Víctor había partido de Bilbao. No sé si de algún pueblo cercano o de la ciudad misma. Llegó hasta tierras sorianas y lo conocí trabajando él en la cantina del Hogar Español.
En épocas adolescentes relacioné en amistad con su hijo, con quien compartimos playa, salidas, picados de fútbol y hasta algún partido de paleta en donde demostraba mi ineficacia.
Pero en realidad Víctor me conocía de niño, pues mi padre siempre me invitaba un refresco en la cantina española previo a ir a casa, mientras él jugaba su infaltable mesa de casín.
Yo esperaba ansioso que los grandes terminaran de jugar, me hacía de un taco de billar y solo, imaginando, golpeaba bolas y arrasaba palitos sobre la verde tela. Víctor veía de lejos y lo permitía.
Un día me regaló un banderín del Athletic Bilbao y lo recibí complacido, pero sin emoción. Lo archivé en algún lugar de mi cuarto.
Ya adolescente Víctor volvió a regalarme otro banderín del Athletic, su querido equipo. Pero esta vez me explicaba cosas señalando cuadros colgados en la vieja cantina. Me hablaba de San Mamés, de Pichichi, Zarra y todas las Copas ganadas. Más bien lo escuchaba pero no sentía mayores cosas.
Cuando Víctor dejó la cantina yo pasaba por ahí y me regaló otro banderín de su querido equipo blanco y rojo, más grande y lindo que los anteriores, con flecos a los costados, más algún poster del equipo. Esa vez sí lo recuerdo más, al sentir que me confiaba cosas que eran muy queridas por él en el momento de dejar su puesto de trabajo.
Su hijo se fue a estudiar a la capital y entonces veía menos a Víctor.
Un día falleció su señora. Víctor quedó solo en el pueblo, con su hijo ya casado en la capital. Lo encontré una tarde y me comentó de su ilusión por algún nieto.
Otro día llegó la trágica noticia. Su hijo, único hijo, había fallecido en un accidente.
Sin esposa, sin hijo, sin nietos que esperar, encontré a Víctor un día sentado solo en la plaza de mi pueblo.
"Hola majo, ¿cómo estás?". Yo no sabía que decir. Pensaba de la posibilidad del retorno a su vieja España. Pero no se lo pregunté.
Víctor jamás perdió su acento. Gallego le decíamos, a pesar de su vasca condición.
Una mañana supe del fallecimiento de Víctor, lejos de su España natal. Había emigrado al rincón soriano a trabajar, a formar una familia y también a morir.
A veces, por estos años, me engancho con algún partido en San Mamés, siempre lleno de hinchas rojiblancos que empujan a los leones del Athletic para buscar la victoria en su Catedral.
La filosofía de competir sólo con jugadores de sangre vasca es discutible y ya cumple cien años. Mientras los demás equipos se abren al mercado del fútbol mundial, en San Mamés sigue habiendo vascos testarudos que se emocionan al salvarse del descenso en la última jornada y proclaman orgullosos que el Athletic nunca perdió categoría... ni su manera de ser. Porfiados como vascos.
Víctor tenía razón. Hoy, que lo miro de otro modo, comprendo la magia que siempre quiso transmitir. No sé si es la tradición que mantiene viva una conducta, junto al sentimiento de una afición tan fiel como tolerante aún en la derrota, siempre y cuando quien se vista de rojiblanco haya dejado en el campo de juego aún más de lo que podía dar.
Foto de Diario Crónicas. Dedicado a Víctor Manrique, que por varios años fue cantinero del Hogar Español de Mercedes.

viernes, 20 de noviembre de 2009

OVIDIO FERNÁNDEZ RÍOS - De lo mejor de la poesía uruguaya

"...Mi vida es trabajar continuamente
Mi vida es dando vuelta en mi tahona
Si es más bello el sudor en una frente
Que en la frente de un rey una corona

Vengan a mí los parias de la suerte
El que tenga un dolor que me lo diga
Que en mí siempre tendrán un alma fuerte
Que en mí siempre tendrán un alma amiga..."

Ovidio Fernández Ríos ha glosado profundamente en su numen el sentido de lucha que caracteriza a los grandes temperamentos emotivos. Vigoroso, luminoso y sutil ha llegado hasta su pueblo con su carga de laureles conquistados en una élite triunfal y ha llegado porque supo cristalizar en acción sus sentimientos, realizando así una verdadera función social. Porque el poeta se plasma por la misma inquietud del pueblo, pudiéndose decir que es una realidad integrante de éste. Los grandes poetas fueron siempre los que socializaron su numen por la verdad del dolor, como así mismo los que se destacaron por la verdad del pensamiento dinámico y humano". (Prólogo de uno de sus libros)

"...Como un clarín de guerra que dijera
A la máquina humana: ya es la hora
Que depongas tus fueros, triunfadora
Llega un ala de luces nunca vista
La evolución universal existe
Si ayer, conquistador de un mundo fuiste
Hoy otro mundo viene en tu conquista
Y ese otro mundo es la nueva frente
La juventud moderna, el siglo XX
Que no pide, que toma sus derechos
Por la fuerza o razón, sin Dios ni leyes
Gritando ante los tronos ya desechos
Viva la libertad, caigan los reyes
Viva la democracia soberana
Caiga la sombra, resucite el arte
Queden las catedrales en escombros
Y salve la juventud, titán que lleva
Otro mundo triunfal sobre los hombros..."
("Hombres Libres" - parte de una extensa poesía dedicada a Batlle y Ordóñez, recitada por primera vez por el poeta el 14 de diciembre de 1910 en el Teatro Stella de Italia)

lunes, 16 de noviembre de 2009

"CARTAS" - "Color Independiente" (relato 13)

La Quinta División del 2002 del Club A. Independiente de Mercedes

A la una de la tarde la cuarta división del 76 y 77 se preparaba en los vestuarios. Preliminar del preliminar de la primera división futbolera. Familiares, algún hincha que otro, delegados, técnicos, jueces y poco más, eran los testigos de esos duelos adolescentes, seguramente como los de ahora.
Un hombre renqueante, de bigotes, cuidaba las pelotas, repartía camisetas, colaboraba disfrutando y quizás sufriendo en algún que otro partido, yendo a molestar a los vecinos en busca de los balones perdidos, producto de alguno de pata dura o porque alguien quiso hacer tiempo nomás.
Las instrucciones técnicas partían de Don Cándido, tan viejo éste como los diablos mismos y tan pasional como el que más. Junto a otros amigos había decidido en la década del 30 comenzar la aventura de una camiseta independiente. 42 años más tarde de gestar aquel nacimiento todavía cuidaba de sus botijas del semillero, se presentaba en la sede al mediodía y con la bolsa de los zapatos o camisetas, decidido, pedía tiraje o salía caminando nomás para la cancha, tan enamorado de su roja querencia como el primer día.
Por haberlo vivido, solía contar los momentos más orgullosos de "su" club. Por haberlo vivido, solía contar la aparición de jóvenes defensores que luego siguieron por otros caminos futboleros para dar prestigio a su segundo hogar. También el último adiós tuvo como testigo a ese, su segundo hogar que lo recibió una vez más en el día más triste y final, en el calor que noche a noche siempre buscó.
Ángel y al año siguiente Noel protegían el arco de la cuarta división. Tito y Milton eran los recios zagueros que, cuando se iba perdiendo, se aventuraban arriba, dejando solo atrás a Ángel, un bombón de jugador que luego brillara en la primera. Miguel aportaba su marca y su polifuncionalidad a veces. En algunos casos Tejera, de rostro serio y recio defensa, solía también ver la roja. Canaleto se saltaba el alambrado y venía desde el Hogar para lucir la camiseta cinco, petisón, luchador. Mario a su derecha iba y venía con elegancia de número ocho y por la zurda, con andar y pasta de crack, el Sapito nos hacía jugar a todos. Lalo, Padilla, Larrama, Malacre, entreveraban, como así también la voz maravillosa de Ricardo. De nueve el Chiqui, querendón, potente, amigo del gol.
En el municipal Estadio, La Cuarta del Sapo jugaba el último partido del año. Llegaba primera y empatada en puntos con otro equipo. Pero perdió. Nos expulsaron uno o dos. Tito y Milton se fueron arriba, el Bombón bancó todo atrás, todos lucharon, pero no pudo ser. Don Cándido se desesperaba gritando y el hombre renqueante, de bigotes, nos alentó en la derrota.
Paciente y discreto, este hombre pasó años disfrutando de su diabla pasión. En los difíciles menesteres de prácticas en invernales noches o fines de semana de sufrir o gozar. O en la sede, hablando orgullosamente de su familia y con los años de su nieto, a quien cuidaba inculcándole su mismo amor.
La quinta división del 2002 jugaba un amistoso previo al campeonato. Encontré a Chiqui esperando por el partido y nuestros propios hijos vestidos en color independiente. En la cancha, cuidando de las pelotas, alentando y con su nieto corriendo a su lado, un hombre renqueante, de bigotes. Lo encontré poco tiempo atrás, sentado en unas escaleras, esperando quien sabe que. La mala urgencia del momento sólo me permitió a Morel un saludo, cariñoso y breve. Le dicen El Chaqueño.


viernes, 13 de noviembre de 2009

ESTOS SON MIS PRINCIPIOS. SI NO LE GUSTAN, TENGO OTROS

Lo que pensaba escribir, por cuestiones de vida vaga, simplemente lo transcribo. Así entonces se me ha hecho fácil dirigir la presente, bastó sólo ser lector.
"En la cumbre de la cultura griega, cuando las escuelas de filosofía competían entre si para explicar qué es el ser y cuál es el supremo bien, cuando la democracia florecía como nunca antes había ocurrido en la humanidad, un gran sabio comenzó a dar la siguiente recomendación para ganar los pleitos judiciales: "lo conveniente era hacer los discursos sin tocar la verdad", en cambio cuanto más se alejara el discurso de la verdad el éxito sería seguro. Esto se siguió enseñando varios siglos, la razón era sencilla, simplemente sabían que las decisiones se toman por emociones y no siempre por razones".
Sigo leyendo el trabajo de Juan Ureta Guerra: "los retóricos sabían que muchas decisiones se toman de manera emotiva y a veces tener las premisas correctas y la perfecta conclusión no servía de nada. En ese contexto, la técnica que propone Gorgias no consiste en mentir sino en dirigirse a las emociones para buscar piedad, odio a la parte contraria, duda, según convenga".
Gorgias de Leontinos, hace tantísimos años, legó a la humanidad el "Elogio de Helena", con el cual, mediante la sugestión de la palabra, pretendía demostrar que era posible defender a la mujer acusada: "... y ahora voy a pasar a otro argumento. Las sugestiones inspiradas mediante la palabra producen el placer y apartan el dolor. La fuerza de la sugestión adueñándose de la opinión del alma, la domina, la convence y la transforma como por una fascinación. Dos artes de fascinación y de encantamiento han sido creadas, las cuales sirven de extravío al alma y de engaño a la opinión. Y ¡cuántos han engañado y engañan a cuántos y en cuántas cosas con la exposición hábil de un razonamiento erróneo! Si todos los hombres tuvieran completo recuerdo del pasado, conocimiento del presente y previsión del futuro, ese razonamiento no podría engañarlos del modo como lo hace. Pero es imposible recordar el pasado, conocer el presente y predecir el futuro. Y por ello la mayor parte de los hombres y en la mayor parte de las cuestiones toman la opinión como consejera del alma. Pero la opinión, siendo incierta e inconsistente, arroja a los que se sirven de ella en infortunios inconsistentes e inciertos..."
Finalizo con Groucho Marx: "...estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".

martes, 10 de noviembre de 2009

Canción del Paria - de Ovidio Fernández Ríos

Yo soy un legionario de las turbas hambrientas
Yo voy vagando siempre, cansado y sin hogar;
Yo voy dejando trozos de mis carnes sangrientas
En las montañas, donde yo subo a blasfemar.

Yo soy un paria errante. En mi gran fiebre quiero
Buscar las libertades, soñando un Sinaí;
Más, tengo por guardia el Universo entero
Y el Universo es chico para guardarme a mí.

Yo quiero herir al monstruo del mundo con mi lanza;
¡Dejar hecho ruinas donde yo plante el pie!
Yo tengo mucha hambre de amor y de venganza,
Y sufro y me revuelco... ¡pero llorar no sé!

¡Yo sueño las derrotas de todas las edades;
Yo clamo por las almas vencidas y sin luz;
Y las miserias todas de las humanidades
Las llevo en mis espaldas como una inmensa cruz!

El látigo del déspota en su bárbaro anhelo,
Jamás hizo a mi rostro teñirse de arrebol;
¡Y yo no tengo frente para bajarla al suelo,
Porque mi frente se hizo para llegar al Sol!

Mi voz nadie la acalla. Mi voz en las cuchillas
Y en los llanos, tiene el eco de un lírico huracán,
Y el pan, yo no lo imploro hincando la rodilla,
Porque hombre soy, tan hombre, como el que tiene pan!

Desprecio las riquezas, las pompas, los laureles;
Es todo fango y sangre, orgullo y vanidad
De los cerebros muertos ¡yo quiero los corceles
Y la carroza roja, do va la libertad!

Y siempre voy vagando. Y si algún día siente
Mi espíritu, apagarse la fe que lo alumbró
¡Sabré morir de angustia, más sin doblar la frente!
¡Sabré matar mi alma, pero arrastrarla, no!

Ovidio Fernández Ríos fue un legislador colorado, vinculado al arte y su poesía representa de lo mejor de las letras uruguayas. Fue secretario de José Batlle y Ordóñez y creo yo que se necesitaría mejor conocimiento de su obra.

domingo, 8 de noviembre de 2009

ROMAN EN DIARIO CRONICAS

Del Diario Crónicas de Mercedes, Uruguay, sobre Román Damborenea ("el Neca").
PERSONAS CIEGAS O DE BAJA VISIÓN CUENTAN CON UNIDAD DE REHABILITACIÓN QUE LES PERMITE MEJORAR SU CALIDAD DE VIDA
La Unidad de Rehabilitación Básica Soriano que funciona en dependencias de las oficinas del Mides brinda atención a personas con baja visión o ceguera quienes cumplen con un curso que les permite adquirir una mayor independencia en su vida diaria.
En una tarea de sensibilización cumplida ayer en Plaza Independencia se informó como pueden colaborar con una persona ciega en su actividad dentro de la comunidad. Se debe tener presente que cuando la persona con discapacidad visual se rehabilita, el bastón blanco, símbolo de ceguera, se transforma en símbolo de independencia.
CUANDO SE PIERDE LA VISIÓN EL MUNDO SE OSCURECE
Román Damborenea perdió la visión hace algunos años debido a un problema de salud y ha completado el proceso de rehabilitación.
Recordó que cuando perdió la posibilidad de ver fue como que el mundo se hubiera cerrado y durante tres años estuvo encerrado, casi sin salir de su hogar.
Hoy, tras haber completado el proceso de rehabilitación, su vida cambió, se agudizaron otros sentidos, el bastón es de gran ayuda para desplazarse y puede movilizarse dentro de su hogar y hacer distintas tareas. Concurre a la sala braile del Club de Leones, donde está aprendiendo a leer nuevamente.
Aconsejó a quienes sufren un problema similar al de él, que no se queden en sus casas, que se animen e inicien la rehabilitación porque le permite movilizarse e integrarse nuevamente a la comunidad. "Cuando perdemos la posibilidad de ver creemos que somos los únicos, pero cuando vamos a estos cursos ahí nos damos cuenta que hay muchas personas en nuestra misma situación".

jueves, 5 de noviembre de 2009

"CARTAS" - Román (relato 12)

Relato dedicado a Román Damborenea
Manso y hogareño, albañil y pescador, solidario y generoso. Cuando comenzó a perder la vista debió dejar de ser albañil y pescador. La progresiva oscuridad de sus ojos comenzó a alejarlo del ruido de las obras, de las herramientas que doblando el hierro le daban de comer. Debió alejarse del río, vender su chalana y así entonces La Loba III se transformó en dulce leyenda. Se fue olvidando de los olores del río, de sus colores y de su paz.
Casi ciego, de médico en médico que nada han podido hacer todavía, permanece viva en él la posibilidad de recuperarse y a veces, la dura crueldad de la impotencia vuelve a moverle cimientos.
Pero sigue siendo solidario y generoso. Fiel a sus amistades del barrio primero y de su vida mansa y hogareña. Callado, introvertido, casi huraño en ocasiones, huyendo de la multitud y refugiándose en solitarios campamentos a la otra orilla del río.
Pero un día comenzó a perder la vista. Sus otros sentidos se agudizaron. Sus manos pasaron a ser su guía en su hogar, su hermano pasó a ser su guía lazarillo en la calle. Y en la calle, las voces que le llaman desafían su memoria.
Pero sigue siendo manso. La oscuridad no logra despertarle rencores, por más que otras manos deban guiar sus manos hasta un vaso, hasta un trozo de pan.
Un día de los de ayer sus compañeros respondieron con la sangre necesaria y más todavía, para volver a regar su corazón. Un día como los de hoy resulta cruelmente imposible prestarle a Román siquiera un pedacito de luz.
¿Cuál es el premio para los justos? Deberá uno conformarse con pensar que para Román es mejor no ver la ingratitud, que mejor imaginarse vivamente el mundo soñado y así evadirse. Quizás sea una clase de felicidad diferente aún en las sombras.
No hay hierros, ni remos. No hay obras, ni río. Queda todavía alguna esperanza en volver a iluminar sus ojos y existe sí, elogiosamente existe por siempre, la luz de un albañil solidario y generoso, de un pescador manso y hogareño.